viernes, julio 11, 2014

"Hoy te convertís en héroe."

En el budismo tenemos un concepto, acuñado por Nichirén Daishonin, de ser como leones. No queda otra descripción para calificar la actitud de Mascherano en el partido contra Holanda de semifinales. Esa es la actitud de un león como el Buda lo expresaba. El rúgido se sintió y no dejó escapar cuanta pelota se le cruzó. El objetivo estaba puesto en la victoria. Y así como los budistas, en la hora final, expresó su aliento al compañero de lucha, diciendo una frase que es increible el paralelo que tiene con el budismo. "Hoy te convertís en héroe." 
El día que cualquier budista dude en como alentar a un compañero, recuerde esta frase y esta mírada. El día que, puede suceder, nos encontremos sin aliento y sin saber como transmitirlo a otros, recuerden ese momento. El mejor ejemplo, está en la vida cotidiana, en pequeños detalles, en momento cruciales. Los ojos de Mascherano sobre Romero expresan mucho más que lo dicho en palabras. Como se dice vulgarmente, una imagen vale más que mil palabras, pero yendo más allá. Una acción vale más que un millón de imagenes. Romero atajó y el equipo convirtió, la victoria fue para estos leones. Aunque esto no desmerece los esfuerzos del rival, estamos remarcando una actitud del más claro "rugido del león" como expresa el Daishonin. Nam-Miojo-Rengue-Kio es como el rugido de un león, dice Nichirén, hoy Argentina hizo demostración práctica. Esto no solo se refiere a un mero certamen deportivo, sino que demuestra que podemos en cada ámbito de la vida, algo que muchos argentinos todavía no entienden. Que podemos, si así lo creemos, sino estamos ya derrotados antes de empezar.
"Se dice que el rey león avanza tres pasos, luego se agazapa para saltar
y despliega la misma fuerza para capturar una pequeña hormiga
que para atacar a un feroz animal. Cuando Nichiren inscribió
este Gohonzon para proteger a Kyo'o, fue como un rey león.
A esto se refiere el sutra cuando menciona
'el poder [de los budas] que posee la ferocidad del león'
(NICHIREN: Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, pág. 433.)

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